Fascinante tenía que ser el erotismo en la literatura argentina. Sin duda. Sobre todo si el itinerario que culminaba con Roberto Arlt, la Storni y el vizconde de Lascano Tegui se entrecerraba con Perlongher y Tununa Mercado. Paradójicamente, la autora de esta antología -Alejandra Zina- ha preferido una tipología que se entreabre como un abanico que va insinuando distintas modulaciones: la violencia naturalista de Cambaceres y el exotismo decorativo de Enrique Larreta; las inesperadas confidencias lugonianas y el sórdido barrialismo de Boedo o las equívocas estratagemas en el universo de Roberto Mariani, Hasta Abelardo Castillo, Murena y Marta Lynch aparecen con sus versiones arbitrarias o despiadadas. Por eso, en este espectro, las palabras, las miradas y los cuerpos se exhiben (o se escamotean) exaltados, sometidos a la miseria de la censura, tratando de esquivar los ritos canonizados o ensayando algún ademán más o menos jubiloso. Humillado o invicto, el erotismo oscila en esta antología, inquietante. entre "lo literario y una provocativa definición de lo argentino.